Los bancos privados de cordón umbilical guardan muestras de 30.000 bebés

Instantes después del parto, mientras el niño recibe los primeros cuidados médicos, un especialista se entrega a la tarea de proporcionar al bebé el que quizás sea un medicamento del futuro: su propio cordón umbilical. El técnico retira la sangre residual de la placenta de la parturienta con una cánula y la desinfecta. La muestra, muy rica en células madre, comienza entonces un viaje relámpago que la llevará fuera del país. Desde los aeropuertos de Madrid-Barajas o del Prat en Barcelona volará al extranjero, probablemente a EE.UU. o Alemania, protegida como si fuera un tesoro para ser almacenada cuanto antes en un banco biológico privado. El objetivo es que ese pedacito orgánico pueda ser útil en un futuro para el bebé. Pero, ¿para qué? Aquí empieza la polémica. Las empresas dedicadas a la conservación de estas células aseguran que serán fundamentales en los avances de la medicina regenerativa en casos de diabetes tipo 1, infarto de miocardio o para producir tejidos u órganos. La compatibilidad es total y no hay posibilidad de rechazo. Parte de la comunidad médica lo rechaza. La Organización Nacional de Trasplantes (ONT) asegura que «hoy por hoy, guardar el propio cordón umbilical no tiene una utilidad clínica demostrada», en palabras de su coordinador, el doctor Rafael Matesanz.

Las empresas españolas dedicadas a esta tarea han crecido de manera desproporcionada desde 2005, al amparo de una legislación con grandes vacíos que permite la extracción de las células en España pero que prohíbe a almacenarlas dentro de nuestras fronteras, por lo que tienen que congelarse en EE.UU., Reino Unido, Bruselas o Alemania. Sólo hay un banco privado instalado en Alcalá de Henares, ya que la autorización depende de las comunidades y Madrid decidió en su día darle el visto bueno. En total, son catorce firmas -la mayoría en Madrid y Barcelona y una en Palencia-, más de la mitad creadas el pasado año. Se trata de un número inusual en Europa o EE.UU., donde apenas trabajan tres o cuatro bancos biológicos en cada país. Desde que los Príncipes de Asturias decidieron conservar el cordón de su primera hija, la infanta Leonor, un gesto que no estuvo exento de críticas, acudir a un banco de células se ha hecho más popular. En España, más de 30.000 familias han hecho lo mismo con sus niños y se espera que a final de año sean 10.000 más. Incluso se ha convertido en un original regalo tras el nacimiento. En vez del clásico cochecito, «los abuelos han comenzado a regalar la conservación del cordón a sus nietos», reconoce Santiago Luengo, director general de Secuvita, una de las principales empresas españolas del sector.

«No somos sensibles a la crisis», dice Luengo. «Alrededor del 4% de los padres toma esta decisión y van a más». Según explica, los progenitores son personas preocupadas por garantizar la salud de sus hijos, «parejas de 28 a 37 años, con un nivel cultural y un poder adquisitivo medio alto». Entre sus clientes hay «futbolistas, artistas, autoridades, pero también gente humilde». Gastan en ello cerca de 2.000 euros, más una «cuota» anual de 90 euros por la conservación del cordón. ¿Lo vale o es tirar el dinero?

La Organización Nacional de Trasplantes (ONT) no se opone a los bancos privados, pero cuestiona su utilidad. La ONT aboga por la donación altruista de sangre de cordón umbilical a los siete bancos de titularidad pública que existen en España. Considera que el sistema privado quiebra el principio de altruismo que caracteriza al nacional de trasplantes. Matesanz apunta a ABC.es la ausencia de evidencias sólidas sobre su potencial médico en la actualidad. «Yo no lo haría con mis hijos ni se lo recomendaría a los míos que lo hicieran con los suyos», asegura a ABC.es. Sin embargo, Luengo no tiene dudas. «La sangre de la placenta sólo tiene nueve meses de vida y está llena de células madre de gran calidad, casi siempre libres de virus, bacterias y células tumorales, que pueden ser muy útiles en el futuro como medicina regenerativa».

El responsable de Secuvitas señala que ensayos clínicos ya han demostrado su validez en la lucha contra la diabetes juvenil tipo 1 y hay estudios en curso que utilizan el trasplante de células madre contra el infarto de miocardio y el cerebral. Precisamente, la doctora Joanne Kurtberg, de la Universidad de Duke, en Nueva York, presentará en junio en un congreso en Los Ángeles unos sesenta casos de niños de pocos meses a 16 años, todos con parálisis cerebral, que han sido tratados con sus propias células madre con «resultados muy llamativos». Los pequeños, afectados en mayor o menor medida, consiguieron recuperar parte del habla, la visión y parte de las funciones psicomotoras. «Pueden sentarse de nuevo, sonreir, no sufren espasmos...», describe Luengo. Los resultados parecen muy prometedores, ya que esta patología es muy severa y no tiene tratamiento, pero Matesanz pone los pies en la tierra: se trata de «casos aislados, que no están demostrados a nivel experimental», puntualiza. «El día que lo consiga, a esa doctora le daremos el Premio Nobel», ironiza. Luengo anuncia otro caso interesante: «En Madrid, un niño de dos años con parálisis cerebral ha conseguido recuperar parte de sus reflejos después de recibir el trasplante de sus propias células». La intervención se realizó en un hospital de la Seguridad Social hace seis meses y aún no se ha hecho pública para comprobar la evolución del chaval.

A menos 198ºC

Las muestras de cordón umbilical se criopreservan a -198ºC y pasan por un tanque de cuarentena antes de ir a su «frigorífico» definitivo. «Duran más allá de la vida de un ser humano, unos 200 años», explica Luengo, otro aspecto que la ONT pone en cuestión. Fallecido el propietario, pueden ser utilizadas por sus descendientes. Para ello, «la conservación debe ser perfecta». En este sentido, Luengo critica la proliferación de bancos de cordones. «Hay mucho advenedizo, oportunistas que no ofrecen calidad y que se amparan en la falta de regulación», advierte. Entonces, ¿por qué no acudir a un banco público? El sistema es diferente. La donación, siempre generosa, es anónima y la familia pierde el derecho sobre el cordón de su bebé. Está destinado para cualquier persona que pueda necesitarlo en cualquier parte del mundo, aunque sí puede preservarse en caso de que haya un familiar enfermo.

Fuente: abc.es

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